Sopes mallorquines: un plato de cuchara que se come con tenedor
Elaboradas con ingredientes tan sencillos como las verduras de temporada y el pan de payés moreno, esta ‘menestra con pan de sopas’ tan particular aúna en sus ingredientes el sabor y la esencia de la cocina más auténtica y tradicional.
Verduras de temporada y pan de payés moreno impregnado en caldo. Así de simples son los productos con los que se elaboran las sopes mallorquines (sopas mallorquinas), un plato que sorprende por tratarse de unas sopas secas que se comen con tenedor y condensan en sus ingredientes el carácter y el sabor de la cocina más genuina.
Un delicioso primer plato que suele acompañarse de aceitunas o de hinojo marino en vinagre y no falta en las cartas de los restaurantes de comida tradicional, los llamados cellers.
Las sopes mallorquines son menos conocidas que productos típicos como las ensaimadas o la sobrasada, pero son el plato tradicional por antonomasia. Ya en el siglo XIII, el ilustre mallorquín Ramon Llull mencionaba las sopas de pan mojado en sus textos. Pero fue a finales del XVIII cuando se fijó la receta que hoy se conoce. Un plato de origen humilde que con el tiempo ha pasado a ser todo un referente en la cocina local.
Antiguamente, se trataba de un plato que se cocinaba en los pueblos mallorquines desde invierno hasta primavera y permitía añadir todo lo que se recolectaba en la huerta: coliflor, acelgas, col, espinacas, judías verdes.... A esto se le añade el toque de cada cocinero. Por ello existen tantos tipos de sopes mallorquines.
La característica fundamental de esta receta es que estas sopas son secas, ya que el pan tiene que absorber el caldo de las verduras. Las rebanadas -muy finas- se colocan en el fondo para darle una untuosidad especial en la textura final. Si llevan carne o panceta se llaman sopas de matanza o sopas de invierno, porque tradicionalmente utilizaban carne de cerdo en época de matanza (hoy en día se hacen todo el año), aunque la base obviamente son las verduras. También destaca el pimentón típico mallorquín con el que se elabora, el llamado Tap de Cortí, que le da su toque tan característico.
La tradición también marca que este plato se prepare y presente en una greixonera, una cazuela de barro indispensable en la cocina tradicional mallorquina. Para cocinarlas, se parte de un sofrito hecho con las verduras al que se le añade agua y se deja hervir unos 30 minutos. Seguidamente, se incorporan las rebanadas de pan y se deja reposar conjuntamente para que queden bien remojadas por el caldo.
Restaurantes típicos con solera donde degustar las sopes mallorquines como en casa
Sin duda, las mejores sopes mallorquines serán aquellas elaboradas en hogares autóctonos con producto kilómetro cero con todo el mimo posible. Pero si no existe la opción de sentarse a la mesa de una familia local para probar este plato tradicional, nada mejor que dejarse caer en alguno de los restaurantes típicos mallorquines, los denominados cellers.
Tradicionalmente en estos locales se elaboraba y sometía a envejecimiento o maduración el vino. En la actualidad, se trata de restaurantes que conservan el encanto tradicional que tenían estos establecimientos en amplios espacios decorados con mobiliario rústico al más puro estilo tradicional.
En Palma la oferta pasa por establecimientos con tanta solera como Celler Sa Premsa, Celler Ca’n Pep o Celler Pagès. También pueden disfrutarse en restaurantes de cocina típica mallorquina como el Mesón Ca’n Pedro, Casa Jacinto, Can Frau (en el Mercado de Santa Catalina), la Fonda de Sóller, o el Restaurante de Las Cuevas de Génova.